10 de abril de 2010

Nido de locura

Esta ciudad está llena de grandes genios.

Me baso en la cantidad de locos que veo a mi alrededor. Lo que entendemos hoy por hoy como locura, ya se sabe, cuando ves a la gente hablando sola por la calle, haciendo gestos incomprensibles, balbuceando sinsentidos, esos que te miran con ojos idos fijamente en el autobús, o sencillamente, encontrarse a un sujeto, digno de psiquiátrico, pero ¡eh! con camisa de fuerza incluida, con una olla llena de un potingue blanco en un vagón del metro, esparciéndolo por doquier... sí, ese tipo de locura.

Esta no es una ciudad rápida, no es el estresante mundo de las grandes ciudades pero noto que hay falta de comunicación, es decir, bajo mi propio criterio por supuesto, estamos a caballo entre esa falta de vida que crea en el primer mundo unas personas rápidas, egocéntricas, exigentes y vacías con esa familiaridad, cercanía, inocencia e inocuidad de un pueblo del interior. Veo a menudo rostros gastados, cansados y tal vez mucha indiferencia. Me encanta observar esas miradas idas, perdidas, pensativas, despiertan en mí esa curiosidad innata. Es un mundo diferente, gente diferente.

Nunca acabaré de sorprenderme con la raza humana, nunca dejaré de observarla, o al menos, así lo espero.

Good Night, Montreal.